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19 oct 2014

Budismo practicado, budismo reflexionado, budismo experiencial o la ciencia de la contemplación

     Navegando por este inmenso océano de información indiscriminada que es Internet, a veces uno tiene el placer de encontrar espacios virtuales en donde el Dharma genuino se manifiesta en todo su esplendor. Uno de estos espacios es, Directo al Dharma. En él, Jué-shan, su autor, un honesto practicante budista al que no conozco nada más que por sus escritos repletos de humildad e integridad, nos ofrece sus relatos girando en torno a su propia práctica y experiencia en relación con esta milenaria doctrina. En su entrada, Un Voto Sonriente, Jué-shan nos dice lo siguiente: “En realidad, el término “budismo” equivale a “despertismo”, no a la adoración del personaje histórico llamado Buda”.

      Al leer esto, inmediatamente, me percaté de que si entendemos como eje central del budismo, la práctica de la meditación mediante las metodologías específicas, esta frase es una forma de expresar con meridiana claridad la diferencia entre el budismo y el cristianismo e islamismo. Si bien, esto me lleva a reflexionar, además, que “budismo”, tal y como lo enseñó el Buda y, posteriormente, el resto de los que despertaron a lo largo de la Historia, no sólo no equivale a adorar al Buda histórico, sino que tampoco se refiere a filosofar, previa lectura y análisis de los textos budistas, interpretando al mundo y al Hombre en función de las premisas que en estos textos se observan.
 
      De lo anterior, se puede inferir que existen tres modos en que los diferentes practicantes se acercan al budismo (y yo diría que a cualquier práctica espiritual, en general):

Cuando se practican ritos ante la figura del Buda, mediante ceremonias, postraciones y ofrendas, y se asumen los preceptos y principios del budismo, sin más, a modo de dogmas incuestionables, nos encontramos, entonces, ante el budismo como una “religión ortodoxa” más.

Aquellos practicantes, más curtidos intelectualmente, que se aproximan al budismo a través de la lectura y reflexión de los textos budistas, vivencian éste, tal vez sin tan siquiera ellos darse cuenta, como “filosofía de vida”. Así, unos pensadores son idealistas, otros positivistas,... otros, para el caso que nos ocupa, son zenistas, se podría decir, o mahayanistas... o budistas, en general.

Por último, están los que se entregan de forma precisa y honesta a la metodología budista de la meditación para re-conocer la experiencia del Despertar. Es a esta tercera vía a la que Jué-shan viene a referirse como “budismo genuino”; si bien, no lo expresa con estas palabras que son propias. En torno a este modo de acercarse al budismo hay toda una ciencia budista de la contemplación. Y me atrevo a llamar a esta metodología meditativa “ciencia” porque, como expresara Ken Wilber en su libro Ciencia y Religión, dicha metodología, al igual que la ciencia, se vale del método epistemológico para hallar enunciados verdaderos.
Trataré de explicar, a continuación, como funciona, a rasgos generales, dicho método epistemológico, que se refiere a los fundamentos y métodos del conocimiento; y de hacer ver cómo se valen de éste, tanto las ciencias empíricas convencionales como la metodología de la meditación budista para, ambas, encontrar las verdades que les son propias.

      Así, cabe decir que dicho método de búsqueda de verdades concretas, consta de tres puntos fundamentales que toda ciencia que se defina como tal, ha de cumplir en sus investigaciones:

El primer punto a elaborar en toda búsqueda de la verdad, sería el de la recogida de datos mediante la ejecución del método prescrito por la comunidad científica o la shanga -en nuestro caso particular- En este sentido, la Física, por ejemplo, tiene su propio método, la Biología el suyo, la Sociología el suyo, la Metodología de la Meditación Budista el suyo -referido, éste, a la infinidad de técnicas meditativas, según las diferentes escuelas- Si bien, hemos de hacer notar que la naturaleza de la información o datos obtenidos por cada disciplina será bien distinta, pues la Física observa la materia, la Biología observa la vida, la Sociología observa las relaciones sociales entre individuos y la Metodología de la Meditación Budista observa a la propia mente del observador -hasta desembocar en el sí mismo interior, en el cual el observador y lo observado se tornan en uno solo-
Por tanto, hasta aquí tenemos que tanto el que va a estudiar choques de objetos en una pista habilitada a tal efecto, como el que hace un cultivo de células en el laboratorio, como el que elabora una encuesta de intención de voto en las próximas elecciones, como aquél al que se le encomienda un koan durante su zazen, ejecutará el método prescrito por su comunidad científica específica, o por su shanga, para la recogida de datos.

El segundo punto a desarrollar en todo método científico, conforme al desarrollo epistemológico, es el procesamiento de los datos obtenidos; ya sea en la pista de pruebas, en el laboratorio, en el trabajo de campo llevado a cabo en la sociedad objeto de estudio o en nuestro propio interior mientras permanecemos inmóviles en el zafú. Tras dicho procesamiento, estaríamos ya en condiciones de elaborar teorías o interpretaciones que aporten coherencia a esos datos.
  
Y sería en la tercera fase del método epistemológico, en donde se trabajaría la falsabilidad de la teoría o interpretación elaborada por el físico, biólogo, sociólogo o budista; de forma que si no conseguimos refutarla mediante la recogida de nuevos datos, o de anteriores, que contradigan a éstos, la mencionada teoría o interpretación, por reconocerse en cualquier espacio y tiempo, desembocará en una ley científica o, para nuestro caso particular, en un principio budista.
Así, una ley, por ejemplo, de la Física, sería que el espacio recorrido por un objeto en relación al tiempo que tarda en recorrerlo nos determina la velocidad de éste, y un principio de la Metodología de la Meditación Budista podría ser el de la constatación de la experiencia subjetiva de la Vacuidad.
Las leyes científicas, y los principios budistas, serán ratificados, una y otra vez, mientras se hagan debidamente los experimentos. Por tanto, una vez demostrada la irrefutabilidad de la teoría o interpretación, desembocando ésta en una ley o principio, cualquiera que se esté formando en una de estas doctrinas, al realizar debidamente el experimento, en la forma prescrita por su comunidad científica o shanga, habrá de concluir siempre que V es s/t, para el experimento físico, y que la experiencia de la vacuidad es constatable dentro de uno mismo, para el experimento de la metodología meditativa budista.
Los principios budistas, confirmados una y otra vez por los miembros de la shanga, son los que dieron lugar a los Sutras y a posteriores textos budistas aprobados por la shanga.

      De este modo, desde esta nueva óptica, y observando que la Metodología de la Meditación Budista cumple con los tres aspectos fundamentales del método epistemológico presente en toda ciencia, creo que ya estamos en condiciones de referirnos a dicha metodología, como una ciencia de la conciencia o de la contemplación.

      Para concluir, una vez hemos conocido como se ha elaborado nuestra ciencia de la contemplación, o cualquier otra ciencia, a través del procedimiento epistemológico, conviene, ahora, presentar mediante un ejemplo, y de manera más concreta, el discurrir de dicho procedimiento en nuestro campo de investigación. Usaremos, para ello, el método de la escuela zen rinzai.
Precisar que en esta escuela budista, el discípulo tiene como misión verificar por él mismo los principios del budismo que otros maestros de la shanga, antes que él, ratificaron como objetos de conocimiento de esta ciencia que les es propia; la ciencia de la contemplación. Usaron, para ello, como hemos mostrado, el procedimiento epistemológico o método del conocimiento. El practicante, guiado por el mismo procedimiento, y usando como herramienta de trabajo el koan, habrá de llegar él mismo, si elabora el experimento debidamente, a la misma experiencia a la que han llegado los maestros de la shanga. Así, el discípulo procederá de la siguiente manera:

Recogida de datos
El maestro entregará al practicante un koan que éste tendrá que trabajar durante su zazen, y durante toda su seshin, en la forma en que el maestro le indique. Durante todo este proceso, el practicante irá, por decirlo de alguna manera, recopilando datos, a modo de impresiones, que el koan va dejando caer en su conciencia.

Procesamiento de los datos obtenidos
Es importante hacer notar que, para nuestra ciencia particular, en esta fase del procedimiento, el practicante no elaborará una teoría con la impresión -a modo de datos- que el koan le ha provocado en su interior para, más tarde, comunicarla detalladamente al maestro, con el fin de que éste la confirme o no. Sino que, más bien, dicha impresión generada en él, provocada por el koan como objeto de estudio, habrá de verterse en una respuesta o acción sutil que presentará, posteriormente, ante el maestro.
Hacer saber, además, que el estudio del koan es, en esencia, el estudio que lleva a cabo el observador de su propia mente y de su propio ser, observados, indirectamente, a través del koan.

Sometimiento a la prueba de falsabilidad -mediante la presentación ante el maestro de la respuesta al koan-
Ya en esta última fase del método, hemos, en primer lugar, de aclarar que la respuesta válida al koan no es algo concreto y siempre fijo, sino que, más bien, esta respuesta puede variar ligeramente en cada discípulo, si bien en todos ellos habrá de venir del fondo de sí mismo. Un sí mismo, por otro lado, que es uno de los objetos de conocimiento desentrañados del Kosmos, a través de las diferentes escuelas de la ciencia contemplativa. El maestro, por hallarse ya instalado en su propio sí mismo, y por haber dado él ya respuesta a ese koan en su período de formación ante el que fuera su maestro, está capacitado para reconocer cuando la solución dada al koan por el discípulo brota de su propio sí mismo y cuando lo hace de su mente ordinaria. De manera que si la contestación facilitada por éste no es de la misma naturaleza que la que en su tiempo dieron los maestros de la shanga, es decir, la respuesta no es un reflejo de que el discípulo se haya instalado en su sí mismo, se entenderá, entonces, que el practicante no ha tenido acceso a dicha dimensión de su ser, y dicha respuesta se tendrá, finalmente, por invalidada.
El experimento no se habrá realizado debidamente, no superando la prueba de falsabilidad, por lo que el practicante no habrá constatado por el mismo alguna de las verdades subyacentes en la doctrina budista a las que habría de arrojarle el koan. Éste, por tanto, deberá comenzar de nuevo el experimento, conforme a nuestro método epistemológico particular.

      De esta manera, hemos podido comprobar que el budismo genuino está más allá de la religión, más allá de la filosofía. El budismo originario es toda una ciencia experiencial. Un camino de madurez humana que nos ha de llevar al Hombre que está por venir. Los Despiertos del pasado, son los hombres y mujeres del futuro.

14 oct 2014

Zazen no es quietismo y vacío budista no es nihilismo

Zazen no es quietismo, en el sentido de quedarse inmóvil y nada más, calentando el cojín como si estuviéramos empollando un huevo. Además de la mera inmovilidad en la posición sedente, zazen requiere de la actitud interior adecuada, referida, grosso modo, al cultivo de la atención interior sostenida y sin esfuerzo, mediante la metodología específica. Así, en zazen trabajamos la quietud en la postura sedente junto con la atenta observación dirigida hacia el interior. De este modo, cuando tras la práctica continuada la posición se torna correcta y no forzada y la atención interior se sostiene de manera constante y sin esfuerzo, ambas se convierten en una sola y se crean, por ello, las condiciones necesarias para que la energía vital del cuerpo/mente fluya sin obstrucciones, con naturalidad. Y es entonces, cuando este flujo natural de la energía a lo largo del cuerpo/mente se da, que se tiene la experiencia subjetiva del Vacío búdico. Un Vacío que no es nihilismo existencialista que crea angustia, sino que es clara Luz y Gozo sin causa que derivan en plenitud existencial. Este Gozo y Lucidez interiores se experimentan como vacíos por no estar enfocados en objeto mental o físico alguno. Esta Claridad y esta Dicha interiores son vacías por estar desenfocadas, abiertas hacía el infinito en todas las direcciones.
No hay verdadero Zen hasta que nuestra práctica no deriva en esta experiencia. Incluso todas las indicaciones practicadas, dadas por el Maestro con anterioridad, no son más que mera preparación.

Hablar mucho sobre Zen y leer con diligencia los textos clásicos, o cualquiera otros, antes de haber profundizado en la práctica, tampoco sirve de mucho. Afanarse en las tertulias sobre Zen o espiritualidad, repitiendo lo que dijo Dogen o fulanito y enzarzándose en debates filosóficos que satisfacen al intelecto, no nos acercará un ápice a Shamadi. Después de tanta verborrea, si no realizamos la vacuidad, nos veremos obligados a asumir que no somos nada más que un saco de carne y huesos que no vale más que un gran montón de heces de perro; el inaguantable hedor que desprende son las partículas invisibles de nuestro sutil ego espiritual que secretamente nos dice “yo soy especial y mi zen es mejor que el vuestro”.
Rendidos a la evidencia, derrotados ante el hecho de que nuestra existencia no vale más que la de un gusano que devora un cadáver, no queda más que continuar practicando, continuar practicando hasta morir en el cojín.

8 oct 2014

El centro del Universo, mi corazón

   Cuando nuestro zazen madura y se reconoce a través de él la naturalidad del cuerpo, que es éste sin bloqueos ni tensiones, se reconoce, simultáneamente, la naturalidad de la mente, que es ésta sin bloqueos ni tensiones. Así, sin que medie un instante, cuerpo natural y mente natural se sienten como uno solo, reconociéndose como Conciencia pura; Conciencia pura que se es y que se experimenta subjetivamente como Vacuidad, Claridad y Gozo. Una Conciencia pura, que es energía vivenciada fluyendo libremente, sin obstrucciones. La Fuente que mana y corre, como dijera San Juan de la Cruz. El ritmo del Universo late en tu corazón desde siempre y ahora te das cuenta. El flujo del Universo corriendo por tus venas, llenando cada célula; pues esa energía vivida que brota libre en tu cuerpo/mente, es la misma que forma el diamante en las profundidades de la tierra, es la que mueve las corrientes oceánicas, la que fija el nitrógeno atmosférico a través de las bacterias, la que hace brotar la flor y libar su néctar, la que dirige a las aves migratorias e impulsa al salmón río arriba, la que lo hace ser devorado por el oso, la que descuartiza a la cebra con los colmillos del león, la que coreografía las danzas de cortejo de las aves exóticas, la que despliega la cola del pavo real, es la que hace girar el planeta creando el día y la noche, la que desplaza al resto de planetas junto con el nuestro alrededor del Sol, la que forma las estrellas y la que las convierte en agujeros negros,… La que hila estas palabras y la que evoca lo inconmensurable en ti mientras las lees… La que ni se crea ni se destruye, solamente se transforma.